Señor Rector
Dr. José María
Viaña Pérez
Estimado Pepe, te adjunto artículo suscrito por el Dr. Gerardo Alcántara
Salazar …
Leí el artículo, y de inmediato -y en respuesta a las audaces y desviadas
afirmaciones del Dr. Alcántara- iba a hacer público una serie de
impugnaciones, esclarecimientos y reivindicaciones a la Reforma
Universitaria, a los incontrovertibles méritos de Víctor Raúl Haya de la
Torre y Antenor Orrego, de quienes el Dr. Alcántara opina alterando las
realidades y sin fundamento trasmite las tesis de Haya y Orrego
como si fueran discordantes con la ciencia, la investigación científica
y en general con la tarea universitaria …
Es obvio que Alcántara no ha leído con cuidado ni a Haya de la Torre ni a
Antenor Orrego … de haberlo hecho no hubiera pasado por alto – y tomo al azar
una cita de Haya de la Torre- su pensamiento:
Quedaría por retomar en estas notas el tema de las relaciones entre el
grandor de la transformación científico-tecnológica a la cual asistimos y los
sorprendentes cambios de conceptos y praxis histórico-políticos que van
alterando, también aceleradamente, nuestras nociones generales de su aplicación.
Para comprobar, en primer término, cómo contrastan ya ostensiblemente las
ortodoxas profecías que en el siglo XIX se hicieron sobre el mundo de hoy y
su realidad actual. Que aquí también importa mucho «poner nuestras ideas en
órbita», a fin de descubrir los subyacentes y relativos paralelismos
del proceso de los descubrimientos y logros de las ciencias
físico-matemáticas con los de las innovadas estimativas de las llamadas
sociales, proyectadas hacia una distinta visión filosófica cósmica. (“Testimonios Y Mensajes”; Haya de la Torre; O.C. Tomo I ; SOBRE LA
REVOLUCION INTELECTUAL DE NUESTRO SIGLO: De Cuadernos Americanos. Año XIX.-
Vol. XVIII. Enero-Febrero (firmado en Roma 1960). México; pág. 381)
Y aquí va otra de Antenor Orrego:
Queremos decir que los medios y los instrumentos antiguos no pueden ya
servirnos. Nuestros mitos, si es que preferimos seguir llamándolos así,
tienen que ser mitos racionales, intelectuales, científicos*.
Tenemos que crear instrumentos apropiados que definan, de un modo preciso, el
sentido de nuestros pasos presentes y que iluminen el sentido de nuestros
pasos futuros. Debemos forjar los vehículos necesarios de nuestras
intuiciones generales, debemos perfilar los lineamientos que definan el
carácter y la esencia específica de la tarea que habremos de desarrollar en
la historia del mundo. Es preciso poner a contribución los esfuerzos de los
guías presentes de América, de aquellos espíritus conductores que entrevén el
camino y que son capaces de precisarlo. Los pueblos no pueden vivir sin tener
una tarea por delante. Ésta fue antiguamente la función de las profecías, de
las leyendas y de los mitos. Ellos estructuraban su pensamiento y su acción
cotidianos y, en torno de ellos, como en torno de un sistema vertebral,
adquirían dirección y sentido los acontecimientos, los sucesos y las acciones
de los pueblos. De allí surgieron, como de una fuente común, las costumbres,
los códigos morales, la esencia, el arte, los sistemas religiosos y las
legislaciones. En suma, todo aquello que constituye la vida total de un
pueblo en el lapso de un ciclo histórico. (Orrego, A.; Pueblo -
Continente – SEGUNDA SECCIÓN: Buceando en el Abismo: 4.- América, Tercera
Dimensión de la Cultura de Occidente: III LA FUNCION DEL MITO
- O.C. Tomo I, pág. 171/172)
Como se puede apreciar ambas citas desmienten las que de manera
descontextualizada nos ofrece el Dr. Alcántara … no por ignorancia … pero si
con mala fe …
Pero, cuando Alcántara le mete diente a las Universidades y en especial a
nuestra UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL … me dije qué a quien le
correspondía dar una ejemplar RESPUESTA era a tu persona como Rector y
responsable del quehacer de nuestra Casa Superior de Estudios … también
Alcántara toca la INVESTIGACION CIENTIFICA y entonces me parece que
encontraras en EL ILUSTRISIMO Feliciano Oncevay el apoyo para una respuesta
cabal al papel de la INVESTIGACION CIENTIFICA en la Universidad … y no me
quepa la menor duda de su habilidad ADANICA en lo que se refiere a INVESTIGAR
… con él empieza todo en lo que se refiera Investigación …
Pero, repito, no es a mí a quién corresponde quebrar lanzas contra el
audaz que confunde sus opiniones con los hechos y sus percepciones con las
realidades … ES A TI PEPE A QUIEN LE CORRESPONDE vestir la armadura académica
asistido por tu paje Oncevay y darle una lección al autor del artículo
que te adjunto … suerte y estaré atento a tu pronta e inteligente respuesta
Fraternalmente
Daba
|
EL APRA Y LA DEBACLE DE LA UNIVERSIDAD PERUANA
Escribe:
Gerardo Alcántara
Salazar
Doctor de la
Universidad de Buenos Aires, Área Ciencias Sociales
Hace alrededor de
un siglo, en 1918, la juventud universitaria de América Latina fue sacudida por la Reforma Universitaria, también conocida como Grito de Córdoba,
una esperanza renovadora que consolidó el perfil de las universidades
peruanas como adversarias de la ciencia y la tecnología. Entre los líderes
más destacados figura un peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, quien seis
años después, en Méjico, el año 1924, fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana, APRA, partido político
de orientación anarquista, que al revés de lo que suponía terminó
consolidando la educación de perfil preindustrial.
Para transitar
del feudalismo y la barbarie al desarrollo, debe fomentarse y de manera
intensiva un modelo económico cuyas premisas sean la ciencia y tecnología.
Pero no es eso lo que plantea el APRA, sino todo lo contrario, el rechazo a
la actividad científica en las universidades, en las que a cambio debe
fomentarse sin reservas el fervor político, el tumulto, la agitación.
En ese contexto,
incluyendo la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de las
américas, formarían profesionales de raigambre preindustrial, con préstamos
de conocimientos, sin reparar cuán nuevos o viejos sean, pero sin la
intención de participar en la investigación científica, tecnológica y
humanística; y, por tanto, sin participar en la producción de conocimientos,
sin innovación, consolidando universidades, absolutamente dependientes y
hasta neocoloniales, pese a peroratas, himnos, declaraciones, gestos teatrales,
marchas, gritos y vivas en contra. Sin ciencia, la economía y la sociedad
solamente dependerán de las fuerzas naturales, de la energía física de
animales y humanos, con escaza productividad, con pobreza y trabajo humano en
condiciones deprimentes.
“En los otros países y en las otras razas ─escribió Antenor Orrego, líder
histórico del APRA, con aire de heroísmo─ el aula es, principalmente,
docencia científica, preparación técnica o capacitación profesional…” Orrego
no está de acuerdo con ese modelo de universidad y agrega: “pero el aula
latinoamericana es, ante todo, y, sobre todo, docencia civil, escuela de
ciudadanía. Este es su carácter fundamental y el que da la tónica de la
Universidad”.
Orrego encuentra total incompatibilidad entre universidad y
producción de ciencia y tecnología. Considera que ambos quehaceres son
radicalmente irreconciliables y propone la “penetración de la inquietud y del
tumulto cívico en el claustro”. El “tumulto”, el zafarrancho, el escándalo,
la cachiporra, el vandalismo que se puso de moda en el Perú durante el siglo
XX y que aunque atenuada se proyecta hasta hoy. Orrego ─líder histórico del
APRA─ pregunta si reemplazar la ciencia y la técnica por el tumulto: “¿es una
desviación de los fines y de la docencia universitaria?”, y se contesta: “Los
conflictos y los rozamientos que se producen casi a diario en las
universidades latinoamericanas se deben, exclusivamente, a esta divergencia
fundamental de criterio entre profesorado y alumnado” (Orrego, 1968, p. 110)[1]. Con el devenir del tiempo, el
APRA, formaría catedráticos totalmente compatibles con su credo partidario,
opuestos programáticamente a la producción científica y tecnológica y eso
determinaría el destino de las universidades peruanas durante el siglo XX,
con proyección indefinida.
El vandalismo que luego se apoderó de las universidades peruanas,
reforzando su carácter tercermundista, está aquí plenamente justificado por
el vocero aprista, evitando que Perú tuviese universidades modernas acorde a
las exigencias de la historia y más bien anclándolas en la precariedad y la
anomia.
Se ha sostenido que el APRA, el partido fundado por Víctor Raúl Haya de
la Torre, propugnaba la superación del feudalismo y de la aristocracia
feudal. En realidad, coincide
absolutamente con Alejandro Deustua, el pensador más oligárquico que haya
tenido Perú, quien en 1904 escribió que la educación debería servir para
cualquier otro propósito menos para fomentar ciencia y tecnología, y por
tanto debería estar totalmente desvinculada del desarrollo industrial, inexistente
en Perú, lo cual obviamente ─pese a cualquier declaración explícita en
contra─ implicaba sostener el régimen feudal, vinculada a la producción
agropecuaria, dependiente de la energía física de siervos y animales,
contexto en el cual la ciencia y la tecnología constituyen una arremetida en
contra.
Sin ciencia y sin
tecnología las actividades agropecuarias imperantes a lo largo y ancho del
Perú, a principios del siglo XX, debían sostenerse exclusivamente mediante la
energía física de seres humanos analfabetos y de los animales. La ciencia
aplicada, convertida en tecnología, en máquina, multiplica la productividad,
permitiendo que los trabajadores fueran sustituyendo el derroche extenuante
de energía muscular por la inyección de energía mental. Productividad y
humanización van de la mano. Oponerse a la ciencia y la tecnología es
auspiciar la continuidad de un modo de producción arcaico, en la que se
combinan ignorancia, baja productividad, deshumanización, precariedad total.
La Reforma
Universitaria trae propuestas interesantes pero a la vez ambiguas, porque va a depender del uso que de ellas se haga. Propone, por ejemplo,
el co gobierno. Una vez establecida oficialmente en el Perú a partir de la
década de 1960, un tercio de quienes deciden quién será rector, vice rector o
decano es el tercio estudiantil, nombre que deviene de la circunstancia de
que del total de quienes administran y eligen a las autoridades de la
universidad son estudiantes, en proporción de una tercera parte del total de
sus miembros. Su origen tiene una visión romántica, muy idealista de la
juventud, como si estuviese cubierta por un halo de santidad, de solidaridad,
de total desinterés privado. Mariátegui creía que la representación de los
estudiantes en la toma de decisiones de la universidad sería utópica, porque
siempre los dos tercios de catedráticos se impondrían a un tercio de
estudiantes. La realidad demostró algo muy diferente. Los estudiantes
resultaron ser casi siempre más audaces, unidos monolíticamente se
convirtieron en factor dirimente y resultan ser ellos quienes utilizan a
catedráticos oportunistas y finalmente ellos gobiernan la universidad.
En Perú la
Reforma Universitaria se encontró con la precariedad intelectual y la anomia,
reforzándola hasta casi convertirla en inalterable. En otros países las
consecuencias han sido diferentes.
La reforma
universitaria en Latinoamérica fue una iniciativa de los estudiantes
argentinos, aquellos hijos de las incontenibles oleadas migratorias
procedentes de la Europa heredera de la Ilustración o Siglo de las luces,
coherente con un mundo que rescataba el valor de la razón, afín a la naciente
burguesía, que quedaron estupefactos ante el predominio del espíritu
oligárquico feudal en las universidades latinoamericanas.
Si bien el denominado
“Grito de Córdoba” se inició en la Universidad de Córdoba, Argentina, aquella
universidad no exhibe los pergaminos de otra universidad de aquel país, la
Universidad de Buenos Aires (UBA), de la que egresaron cuatro de las cinco
excelencias argentinas galardonadas con el Premio Nobel. En 1936, el Dr.
Carlos Saavedra Lamas ─ex Rector de la Universidad de Buenos Aires─, fue el
primero de los laureados, en este caso con el Premio Nobel de la Paz, seguido
del Dr. Bernardo Alberto Houssay, Premio Nobel de Medicina en 1947, eminente
médico y catedrático de la Universidad de Buenos Aires. Luis Federico
Leloir, bioquímico que estudió en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA)
─y cuya tesis doctoral la dirigió el Dr. Bernardo A. Houssay─, recibió el Premio Nobel de Química en
1970. Finalmente, tenemos al Dr. César Milstein, quien nació en1927,
ingresó en 1942 a la Universidad de Buenos Aires (UBA)
para estudiar Ciencias Químicas en la Facultad de
Ciencias Exactas y Naturales y fue consagrado como Premio Nobel de Medicina en 1984.
De Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, se sabe que es pintor
y escultor, formado en instituciones académicas no universitarias.
Pero en Perú los
resultados son totalmente inversos. El APRA da excelentes muestras de
fomentar tumultos en la Universidad Federico Villarreal, creada durante la
década de los sesenta, con fines proselitistas. Sería quimérico suponer que
de esa universidad y teniendo esa militancia surja algún científico
galardonado con el Nobel. Porque para el APRA, tal como claramente lo
expone Antenor Orrego, lo que substancial es el tumulto, la ciencia y
la técnica carecen de toda importancia; aún más, son despreciables.
Los apristas
sacan ventaja milimétrica de otras dos prédicas de la Reforma: el Derecho
de tacha y la Cátedra paralela, tomadas como pretexto para expulsar
a los catedráticos amantes de la ciencia.
Es imposible
encontrar alguna universidad vinculada al partido aprista que sea
modelo de investigación académica, como que asimismo sería un milagro
encontrar entre los militantes apristas un auténtico sabio matemático,
biólogo, economista o un escritor, aunque en el Perú del siglo XX tuvo en
Luis Alberto Sánchez a un erudito, pero limitado a memorizar nombres y
fechas, jamás a un creador en Literatura, carrera que él había elegido,
aunque habilidad política no le faltó, fue tres veces rector de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, senador y vice presidente de la
república. Publicó decenas de libros, pero con toda seguridad, ninguno con la
trascendencia de un Bryce Echenique, ni menos con la genialidad de vargas
Llosa. Una vez fallecido, nadie ni siquiera su partido, el APRA, se interesa
por publicarlos, por obvias razones: La retórica no es argumento, y si no fue
un creativo en literatura, carece de total importancia.
Se regodeaba
sumergido en la elocuencia, creatividad cero, como muy bien me explicó uno de
los miembros del jurado cuando se compartió el Premio Nacional de Literatura
entre Luis Alberto Sánchez y los poetas Emilio Adolfo Westfalen y Mario
Florián. Me expuso que más bien habían condescendido con la opinión pública,
porque el premio era para creadores y Luis Alberto Sánchez como creador
solamente había escrito una novela, El pecado de olazábal, absolutamente
intrascendente. ¿O cuál de las tantas editoriales que lanzan a las mejores
obras de novela se obsesiona por publicarla?
Sánchez, el erudito, estaba de acuerdo con el tumulto y la violencia
desatada en las universidades, en su disputa con la izquierda. Las
universidades peruanas quedaron condenadas a mantener el bajo perfil que
ahora tienen, no solamente en el contexto mundial, sino también
latinoamericano. Desechada la ciencia y la gran docencia como atributos
centrales de la universidad, esta quedó convertida en campo de batalla
(“tumulto”) a cargo de estudiantes vitalicios que hacen historia por haber
muerto en la indigencia o sobrevivir en la cátedra, practicando los eternos
valores del aprismo: La anti ciencia. Después de todo, así fue como miles de
apristas se aseguraron un empleo.
Ese fue el destino de la masa aprista. Pero Haya de la Torre tuvo sus
elegidos, alguno de los cuales ganaría la presidencia del Perú, utilizando a
esas decenas de miles de “estudiantes eternos” de todas las generaciones y,
en cambio él les aseguraría “pan con libertad”, para ellos y su prole. El más
exitoso de estos elegidos es Alan García, quien jamás fue “estudiante
eterno”, sino que por el contrario realizó una carrera meteórica como estudiante
y como político, de modo que antes de los treinta años tenía título
profesional, doctorados en sociología y derecho, alcanzó a ser elegido
miembro del Congreso Constituyente que organizó Francisco Morales Bermúdez,
cuando los militares aceptaron terminar su dictadora de doce años. A los
veinte y nueve años era diputado, secretario de organización de su partido
casi a dedicación exclusiva, financiado por el congreso, de tal manera que en
las elecciones de 1985, a los treinta y cinco años de edad, dejando de lado a
los líderes históricos del APRA, fue elegido candidato y presidente de la
república, llevando a cabo el más diabólico y catastrófico gobierno
“heterodoxo”.
Habiendo gobernado dos veces el Perú, Alan García Pérez, demuestra ser fiel a
la consigna planteada desde sus orígenes por el APRA: “En los otros
países y en las otras razas el aula es, principalmente, docencia científica,
preparación técnica o capacitación profesional, pero el aula latinoamericana
es, ante todo, y, sobre todo, docencia civil, escuela de ciudadanía. Este es
su carácter fundamental y el que da la tónica de la Universidad. Esta
penetración de la inquietud y del tumulto cívico en el claustro, ¿es una
desviación de los fines y de la docencia universitaria?”
Para el APRA, la
universidad debe estar penetrada de inquietud y de tumulto cívico: violencia,
lanzar carpetas desde los techos, utilizar petardos, bombas caseras, quemar
vehículos de transporte público, abuchear a los catedráticos más calificados,
patearlos, expulsarlos y repletar de activistas, con título o sin él en las
aulas, para que continúen con la práctica del disturbio. Se estableció una nueva meritocracia: más valor tiene el revoltoso que el científico y la universidad no es
para científicos sino para revoltosos, expertos en organizar disturbios. Las
universidades vinculadas al APRA, como la Federico Villareal, si hacen
noticia es por las revueltas, por los escándalos, por las disputas del poder
interno, pero sobre todo por la existencia de mafias que controlan los
exámenes de admisión de estudiantes y por la venta de títulos y doctorados en
el extranjero, temas que denuncian permanentemente los medios de
comunicación. En la gran mayoría de las universidades vinculadas al APRA se
practica el proselitismo y quienes mejor contribuyan a ganar elecciones y
fortalecer al partido tendrán siempre su recompensa. Así funciona la
meritocracia aprista. Quienes trabajan en los ministerios comentan que cada
vez que gobernó Alan García creció desmesuradamente el estado y las
dependencias públicas quedan repletas de militantes de ese partido.
Quien quiera
evaluar el estándar de la Universidad Federico Villarreal, fácticamente
patrimonio privado del APRA, consúltese el ranking que desee, nacional o
internacional, mientras que otra universidad contemporánea que
solamente forma médicos y que se desprendió de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, huyendo de la politiquería, es la mejor posicionada según
Scimago. La Universidad Peruana Cayetano Heredia desprendida de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad nacional Federico Villarreal
son contemporáneas. Pero la Universidad Nacional Villarreal es muy grande y
voluminosa en comparación con la universidad Cayetano Heredia. Ambas se
crearon como consecuencia de la institucionalización del co gobierno y de la
sedición en San Marcos, pero con fines opuestos. Por eso si alguien comenta
de alguna propuesta para que Alan García impulse alguna universidad que sea
modelo en ciencia y tecnología, podría tratarse de un tonto o de un astuto
calculador que espera que Alan García gane las próximas elecciones y lo
nombre Ministro de Educación.
Antenor Orrego,
escribió: “Hagamos, primero, países justos para hacernos, luego,
países sabios”[2]. ¿Cuándo llegará el
momento de hacer algo porque Perú sea país de sabios? Esta
prédica va a cumplir un siglo, ¿habrá que esperar quinientos años más?
Antenor Orrego,
líder histórico de APRA, lanza un diatriba contra los catedráticos que
quisieran formar sabios: “Son los egoístas de su ciencia y de su especialidad
que quisieran plasmar sabios, pero sabios esclavos y sumisos a los
despotismos; sabios con las vértebras lo suficientemente elásticas para
inclinarse, fácilmente, ante el poder y reclamar su pitanza vergonzante”[3].
APORTE APRISTA A
LA DEBACLE UNIVERSITARIA PERUANA
Como los apristas
co gobernaron el Perú con Manuel Prado Ugarteche entre 1956 y 1962, la
izquierda tuvo argumentos para combatir al APRA como partido pro oligárquico.
En ese contexto, San Marcos que había sido bastión aprista se convirtió en
fortín de la denomina izquierda. Durante el gobierno apro-pradista se aprobó
la Ley Universitaria 13417, que legaliza la Reforma Universitaria y por
tanto el Cogobierno, la participación con voz y voto de un
tercio del total de miembros de los órganos de gobierno, incluyendo la
elección de rector, vicerrector, decanos y cuanta autoridad intermedia
exista.
Esta decisión
significó oficializar el motín, la razón de la fuerza, del que más enérgico
grita, del que intimida mejor, para elegir autoridades, nombrar y destituir
autoridades y catedráticos, siempre bajo presuntos ideales mesiánicos. Fue
entonces que los más ilustres catedráticos de la Facultad de Medicina,
aquella extraordinaria estirpe de médicos de San Fernando, dejaron San
Marcos, precisamente en la década de 1960 y fundaron la Universidad Peruana
Cayetano Heredia, la cual a pesar de su juventud y del pequeño volumen de
profesores y alumnos supera ampliamente a la mega universidad que es la
Universidad Nacional Federico Villarreal; y no porque la Universidad Cayetano
Heredia (puesto 95 en el ranking latinoamericano, según Scimago) Heredia sea
algo así como universidad sumun plus ultra, sino porque la
universidad Nacional Federico Villarreal parece inexistente.
El partido
fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre, líder peruano más representativo de
la Reforma Universitaria, decidió que habiendo perdido la hegemonía en San
Marcos tendrían una universidad paralela; y así fue como
nació la Universidad Nacional Federico Villarreal, cuyo historial está
signado por la cachiporra, escándalos en los exámenes de admisión, venta de
grados y títulos dentro y fuera del país, entre otras cosas, como a lo
largo de sus 50 años de existencia lo vienen denunciando los medios de prensa.
“Cuando se habla
de la influencia del Aprismo —sostiene Nicéforo Espinoza— en el campo
universitario, no se puede negar la obra fecunda de Víctor Raúl Haya de la
Torre, jefe y fundador del Partido Aprista y protagonista de la Reforma
Universitaria. En efecto, como líder estudiantil y Presidente de la
Federación de Estudiantes, fue conductor del movimiento universitario que,
inspirado en el ‘Grito de Córdoba’, luchó incansablemente por la reforma de
los principios, los métodos y la orientación de la Universidad, así como por
la conquista de los derechos de los estudiantes de participar en el gobierno
de la universidad y en la tacha de los profesores mediocres e
inmorales” (Espinoza, p 210)[4].
Después de todo
la Reforma solamente plantea cuestiones políticas. La totalidad de puntos de
su propuesta son: a) autonomía política, docente y administrativa de la
Universidad, b) elección de todos los mandatarios de la Universidad por
asambleas, con representación de los profesores, los estudiantes y los
egresados, c) la selección del cuerpo docente a través de concursos públicos
que aseguren amplia posibilidad de acceso al magisterio, d) la fijación de
mandatos con plazo fijo para el ejercicio de la docencia, sólo renovables
mediante la apreciación de la eficacia y competencia del profesor, e) la
gratuidad de la enseñanza superior, f) la libertad docente, g) la idea
de que la Universidad debe asumir responsabilidades políticas, frente a la
Nación y en defensa de la democracia, h) la implantación de cátedras libres y
cursos paralelos, i) libre asistencia a clases.
Esta reforma
requiere de una contra reforma de acuerdo a las exigencias del mundo actual,
dando énfasis a la ciencia y la tecnología, creadora de una riqueza
inagotable basada en la producción de intangibles, una alternativa económica
frente a la expoliación de los recursos naturales. La universidad no
solamente debe formar profesionales, sino también y de manera extraordinaria
investigadores que planteen soluciones novedosas a la variedad de problemas
socioeconómicos. Precisamente, la calidad de las universidades se mide no por
la cantidad de diplomas “al mérito científico” con la que consiguen lealtades
y se ha convertido en política extendida ahora en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, sino a la evidencia de que esa producción científica
existe.
La Universidad
Inca Garcilaso de la Vega, una de las tantas universidades públicas y no
públicas que administra el APRA, como si fueran su propiedad privada, ha
hecho recientemente una noticia tan explosiva, en la que su rector, evitando
todo camuflaje a los que se veían obligados los que le antecedieron, se
adjudica un sueldo de medio millón de dólares, que sumados los beneficios de
su familia, se embolsa casi un millón de dólares al mes, acto cuya repulsa se
expresa perfectamente en estas páginas de YouTubeconfeccionada
por la estudiantes de comunicación de la referida universidad:http://www.youtube.com/watch?v=olESNBb2HAU, http://youtu.be/Fkw0NM0Ss_g
Este rector que en una de las fotos aparece con Alan García no solamente
es aprista sino también masón como lo fue Víctor Raúl Haya de la Torre. ¡Esto
es el APRA, qué les parece!, suele ser uno de los estribillos del Partido
Aprista Peruano.
Lima, mayo de 2013.
[1] Antenor Orrego: “La cruzada por la libertad del
estudiante”, en Gabriel del Mazo (Compilación y notas de):Reforma
Universitaria, Ensayos críticos, Tomo III, P. 110. Imprenta de la UNMSM,
Lima—Perú 1968.
[3] Idem.
[4] Espinoza Llanos,
Nicéforo: Nuevos rumbos de la educación nacional. P. 210.
Editorial Escuela Nueva S.A. Lima-Perú, s/f.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario